Apología de la dificultad

Caminábamos de regreso al vehículo, donde habíamos empezado nuestro ascenso, justo a unos 4,000 metros sobre el nivel del mar. Ya era la última pendiente y estábamos por alcanzar el punto plano que nos permitiría descansar después de varias horas de actividad ascedente en la altura.

-- Pareciera que el llegar a las cimas de las montañas es como obtener la cima del éxito-- me afirmaba, con un toque meditativo, tal cual después de un momento de pura claridad mental.

      Yo confieso que en algún momento lo había llegado a pensar, pero no con tanta claridad cómo me lo hizo notar mi estimado amigo y compañero de montaña Neto M. 
--¿A qué te refieres? -- Creo haber preguntado...

--Sí. Lo típico. Llegas a la montaña con un objetivo: coronarla. Pero dentro de ese objetivo tienes que hacer valer tu estancia ahí: disfrutar el viaje hacia la cima. Qué gran pérdida de tiempo subir una bella montaña y no ir disfrutando el ecosistema, las vistas y todo lo que vas sintiendo internamente en tu batalla contra ti por llegar.
Previamente tienes que hacerte de las herramientas necesarias para un ascenso de lo más cómodo: alimentos, ropa adecuada, calzado ideal, bebidas hidratantes. 
Considerando que debes obligadamente elegir con exactitud ya que 1 kg de más en la espalda implica una gran diferencia al llevar largas horas de caminata en las piernas, y ni decir si es mayor el peso el sobrante.
En efecto, agarras todo lo que tienes, lo que sabes, todo con lo que cuentas disponible para empezar el camino, pero lo primero que necesitas es: decisión. La decisión firme de hacerlo y de luchar contra la adversidad (que se va a presentar) para no rendirte en los momentos que la situación se torna complicada: el frío, el cansancio, el peso de la mochila, el sueño, los eventos inesperados. 
En esas circunstancias es cuando sale a relucir el verdadero carácter de cada persona, ya que si las condiciones fuera de nuestro control lo permiten, el carácter es el que te impulsa a seguir, a seguir, a continuar el viaje hacia la cima, independientemente de todo, porque sabes muy dentro que puedes, que tienes más para dar y que estás dispuesto a darlo todo para llegar. 
Hay momentos en que por más que desees el objetivo tendrás que desistir, ¿por qué? Porque te juegas la vida. Cuentas con riesgos aceptables e inaceptables. Riesgos que puedes tolerar y riesgos que ponen en peligro tu vida con una gran probabilidad de que aciertes y no regreses. Y así, hay momentos en los que decides tomar riesgos, momentos en los que elijes lo contrario, porque el beneficio no vale el sacrificio, la vida vale más que cualquier riesgo, el presente pleno tiene mayor precio. 
Sin embargo, en las demás circunstancias controlables y aquellos riesgos aceptables dentro del contexto montañezco o de vida, sabes que tienes el compromiso contigo de seguir hasta el final, y cabe recalcar que el final no se encuentra en la cima sino en el regreso a salvo al campamento base. 

Haces planes, realizas un itinerario, y en esos puntos evalúas tus provisiones, tu equipo y tus condiciones (físicas y mentales), ya que de eso depende un regreso exitoso a casa. Si vas desprovisto indebidamente hay una gran probabilidad de que no regreses, que pongas en riesgo la vida de otras personas, o que simplemente no logres tu objetivo. 

Esos itinerarios, esos planes, a veces deben alterarse, ¿por qué? Por eventualidades inesperadas. Tomas una ruta equivocada, el GPS te muestra el equivocado y pues debes volver al correcto. Una enfermedad que te impida continuar, pero que te dé la oportunidad de regresar y hacerlo nuevamente. Iba a usar la palabra "intentarlo", pero no existe tal cosa, o haces o no haces lo que te propones, es así de simple. 
Extravías algo, o vas en una pendiente tan inclinada y tan peligrosa (por resbalosa, por inestable, por empinada, por neblina y mala visibilidad) que te pone a dudar de lo que estás haciendo: ¿qué hago aquí?, ¿podré desertar y volver salvo?, ¿debo regresar en este momento?, ¿llegaré?, ¿qué hacer?, ¿me rindo?, ¿continúo?, ¿estoy haciendo lo correcto, con las decisiones correctas? 
Todo eso llega a pasar por tu cabeza, en ocasiones el peligro es muy grande, el cansancio es gigante, y te atreves a seguir, hablas contigo mismo en tu cabeza diciéndote que sí puedes, que sí debes, que la persistencia inteligente te llevará allí adonde deseas llegar, que ya es imposible regresar, que es más riesgosos volver que proseguir, volteas hacia arriba y no ves el destino, lo ves demasiado distante, tal vez inasequible, tal vez imposible, pero avanzas, avanzas viendo cada paso que das, plena conciencia, plena concentración, ingiriendo líquidos, alimentos, utilizando tus herramientas y absolutamente todas tus habilidades, y cuando menos piensas, toda esa lucha, toda esa batalla, hace más dulce la victoria. 
Llegas, y el panorama, la vista, el orgullo que sientes por ti mismo, el compromiso, la forma de conocerte y de sorprenderte de qué tan lejos podías llegar, darte cuenta que no tienes límites, no los hay. Disfrutas el momento tal cual disfrutaste el ascenso, gozas haber conseguido lo que planeaste, y que sí, con desvíos, alteraciones, regresos, dudas, miedos, peligro, riesgos, pero sin rendirse. Tomando riesgos inteligentes aceptables, con persistencia pensada, eventualmente llegas, llegas porque llegas, ¿cómo no vas a llegar si nunca detienes la inercia? Es factible detenerse un momento a descansar, a revitalizarse, a observar, pero no es aceptable rendirse, y esa inercia, ese momentum, naturalmente te permite conquistar el ideal. 
El viaje te lleva allí y este es excepcional, volteas atrás, es perfecto, no quieres dejar nada fuera de lugar, cada situación te ha hecho mejor, más fuerte, más confiado, mas tú. Gracias a ello eres quien eres, ¿y qué mejor versión que la que abunda ahora? Todo es una suma de experiencias que te exaltan a disfrutar con más emoción el éxito, tu idea, tus sueños, tus compromisos contigo, el intentarlo no te lleva ahí, el hacerlo sí o sí es donde está el meollo. Subidas, bajadas, la vista nunca ha sido tan maravillosa como ahora, estás en lo más alto que te viste, y te das cuenta que esto no te hace más o menos que aguien, aunque sí te hace más grande de lo que ya eras, te exhorta a disfrutar la vida desde otra perspectiva, lo pequeño dentro de tu grandeza, la humildad del camino y la consecución, has visto todo desde arriba, conoces el panorama, conoces el camino, y sabes que cada individuo tiene su ritmo personal, su camino individual, ahora tú puedes regresar al principio con todo ello que ya te pertenece y mostrarle a los demás que ellos también pueden, que sólo se necesitar una decisión preparada, riesgos aceptables y persistencia, ¡hacerlo de verdad! 
Estás en la cima, ahora sólo queda agradecer y atisbar las próximas alturas, porque los deseos, las intenciones, el éxito es algo continuo, no se termina, la felicidad está en el presente y cada instante se torna sumamente especial. 
Enhorabuena...

-- Tienes toda la razón. Absolutamente. --Sólo restaba confirmar...

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