Vida geriátrica
Ser anciano no es sinónimo de incapacidad absoluta. Si a mis 80 años yo puedo decidir, déjenme a mí hacerlo. Nadie debe tomar ni tener el control de mi vida más que yo.
O por lo menos pregúntame qué quiero, ¿sí?
Entiendo tu necesidad y dependencia de preservar la vida de los que ya estamos de salida, o de querer controlar todo sobre mi senectud. Pero no te equivoques, y si lo haces, date cuenta.
Soy humano, y yo también tengo autonomía.
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