Ensayos sobre la Transgresión

Escuché a una pequeña jugando con su hermanita menor y con su mamá, y cuando iban corriendo hacia la salida gritó la pequeña: ¡El último en llegar es un huevo podrido! 

Me dio risa, así que jugaré el juego contigo:
¡La última persona que lea esta parte es un huevo podrido! 

Y como no sabes quién va a ser la última, ¡tú lo eres! (Ja, Ja, Ja).

A veces quisiera volver a ser un pequeño y jugar con las cosas más inocentes y bellas que tenía la vida en esos momentos.
¿Por qué perdemos nuestra inocencia, nuestra infancia, nuestras ganas de tontear?
No es porque nos hacemos adultos, es porque crees que es lo que un adulto hace: ser serio y aburrido.
La seriedad y formalidad para lo que se requiera, el juego, la diversión y las risas para todo lo demás. 

En tono de una pequeña de 8 años gritando, riéndose, inocente y cariñosamente: 
¡Eres un huevo podrido!  

¡1,2,3 por mí y por todos mis amigos!

"Allá en la disco hay un tocadisco que dice así:
Si te mueves te pellizco, y de pasada una cachetada y de pilón un coscorrón."

¿A qué más quieres jugar? Ya luego vuelves a las cosas aburridas de ser un adulto... 

Yo suelo ser más feliz jugando a las escondidas o al bote escondido con mis sobrinos, que hablando con adultos sobre los acontecimientos de la semana, o los chismes del barrio, y a ver, también lo disfruto, por eso digo que suelo ser más feliz jugando con los niños, siendo niño, aunque sea un ratito, aunque sea un adulto, aunque sepa que tenga que volver a ser lo de diario: Un adulto muy feliz que le gusta jugar como niño en cualquier oportunidad, mientras no le afecte en las cosas de adulto que le da la vida para priorizar. 
O sea, cuando toca atender responsabilidades atenderlas,
Y en todo lo demás: ¡A Jugar! 
Vas, ¡Escóndete! 
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